sábado, 20 de septiembre de 2014

Koan

Seguro que te idealicé
pensando que eras un hermoso
canto zen pronunciado desde
alguna montaña, porque no veo
en ti más que un montón de
monjes ebrios de sake.

En verano estoy de humor para
ciertas personas, en invierno
para otras.

Vislumbré la estrategia
predilecta para hacer a
la araña tropezar en
su propia seda.
Del cielo se aproxima algo
cayendo velozmente, cabeza
gigante de un demonio, 

probablmente venga
a digerir tu capa más dulce,

tu millonésima diferencial.

No existo en el día.
Mírame, decadencia total.
Un peligro para mí mismo.

Dejo esparcidos por
tu suelo todos mis poemas
y así, cuando regreses, se
incorporen a ti, clavándose
en las plantas de tus pies.
¿Qué es un libro?
Un árbol momificado.



-Alejandro